jueves, 9 de octubre de 2008

Enamorada del amor


¿Enamorse del amor? Creo ya haber escuchado sobre esto, ¿pero en mí? No recuerdo haberlo admitido. Ahora lo confieso, estoy enamorada del amor. ¿Cómo es eso? No sé exactamente qué diablos es, quizá unos lo describan de una manera diferente a la que yo lo pienso. En mí se caracteriza por un gran deseo ilusorio de tener a alguien que haga diferente tus días, alguien que te haga sentir especial. Miento, quizá sea más que eso. De un tiempo para acá me enamoro de situaciones, de cosas bonitas, de historias de amor ajenas, de cualquier cosa del amor que veo a mi alrededor y que quiero para mí porque creo que sería fenomenal poder experimentarlas. Y veo películas románticas y no puedo evitar suspirar, envuelta en una atmósfera deliciosa de sensaciones que puedo sentir por mis brazos, mis piernas, mi nuca y parte de mi espalda. Y miro caminar por la calle a una pareja que, pareciendo no tener ningún problema, pasea con las manos entrelazadas por los puentes. Y escucho palabras bonitas en las canciones las cuales me imagino que pudieran hacer muy feliz a las personas que van dirijidas, a aquella musa que se ha de sentir querida por el compositor. Y leo historias de amor que me hacen tranportarme a otros lugares en ensimismamientos oníricos. Eso, es lo que para mí significa estar enamorada del amor. Pero algunos pensarán, simplemente, que ando urgida.
Esta rola es un ejemplo y está bien chingona:

Eros Ramazzotti - Fábula

Y te cuentan cómo él se transformó
en árbol porque así lo deseo
y se quedó plantado alli mirando
la tierra en que nacían flores nuevas.
Fue refugio de conejo y colibrí
y el viento le enseño a que saben, sí,
la miel y la resina silvestres y...
la lluvia lo bañó.
Y mi felicidad -decía para sus adentros-
eso... eso, sé que ahora la encontré
eso... porque tengo todo el tiempo ya para mí;
ya no necesito más de nadie.
Toda la belleza de la vida es para mí.
"Y un dia pasaron por allí los ojos de una niña
que le habían robado al cielo el brillo de dos estrellas"
Y se estremecieron sus raíces.
Cuánto desconcierto de improviso dentro de él,
eso que solamente siente el hombre sin la mujer.
Y alargó sus ramas hacia ella.
Sintió que la felicidad
no es nunca la mitad del infinito.
Luego era al tiempo, sol y luna, nube y música.
Era tiempo, risa y llanto, y entretanto,
era un hombre que a la vida despertó.
Era como el canto que llenaba sus enormes soledades.
Esa parte verdadera que una fábula encantada
esconde en sí para ser auténtica.