El día de hoy falleció mamá Rosita, mi bisabuela, la mujer con mayor edad de la familia por parte de mi mamá. Mi familia fue al funeral un poco tarde porque mi mamá, mi papá, Choy y Nanomed (hermanos) andaban fueras y mis tíos no nos querían decir ni a mí ni a Mena (hermana) hasta que estuvieran mis papás.
Llegamos al funeral y había poca gente. Yo no quise pasar a ver a Rosita hasta que nos fuéramos. Estuvimos todos callados. Luego llegaron unos señores y una señoras que iban a cantar las alabanzas funerarias, cantaban tan triste que aumentaron las personas que lloraban. Luego de un rato como que se acostumbraron a las voces lastimeras de aquellas alabanzas y ya no lloraban tanto.
Ya al final, unos tíos decidieron que la enterrarían pasado mañana, así que debían llevar su cuerpo a prepararlo para que durase todo ese tiempo antes del entierro. Ahí fue cuando decidí pasar a verla. Estaba ahí, dormidita, tan bonita. De por si ella siempre fue muy cuidadosa en su aspecto y siempre tenía un porte elegante, incluso en sus últimos días, chuequeando al caminar, y ahora ahí, aún se veía elegante como siempre, pero con su rostro serio y sus ojitos cerrados, nada de sonrisas como ella siempre acostumbraba y nada de ojitos vivarachos.
Ella vivía solita, en su casita de adobe, pero alrededor de su casita vivían, en una especie de multifamiliar, unos tíos mios y unos sobrinos de ella que la cuidaban. Hacía mucho que no iba a visitarla, desde las vacaciones de verano del año pasado, fue por eso que al verla acostada en su ataud le pedí perdón por no haberlo hecho nuevamente en todo ese lapso que pasó y más seguido, siempre. Recuerdo cuando íbamos mis hermanos y yo a su casita de adobe ella nos recibía con mucha alegría y cariño. Nos abrazaba y nos hacía cariñitos, incluso me decía que me sentara en sus piernas... y yo, para no hacerle el desaire, simulaba sentarme, pero sin dejar caer todo mi peso, porque entonces sí le iba a quebrar su pierna. Ella tan menudita y delgadita... ¡no se me fuera a romper!
Al verla me invadieron muchas dudas: no sé si parte de ese recibimiento que nos tenía en cada una de nuestras visitas era porque en verdad nos quería tanto -sin duda nos quería- o si era por que los familiares que vivían alrededor de su casa la tenían en el olvido y nunca iban a verla. No sé si ella, viviendo sola, pero con gente a su alrededor se haya sentido sola. No sé si sintió que la teníamos en el olvido. No sé si alguna vez deseó irse para siempre.
Ya en sus últimos días, me daba mucha tristeza verla que de repente no sabía quiénes eramos; no en vano sus 96 años (aproximadamente, porque nunca pudimos calcular su edad exacta). Y preguntaba por cualquiera que no reconociese: "¿y él quién es?". A mí siempre me reconoció hasta la última vez que fui a verla. Pero eso de olvidarse de su gente sólo fue en sus últimos meses, así que prefiero recordar a la abuelita tierna y dulce que me consentía y me decía "¡¿Dónde está mi petacón?!" (que era como un sobrino de ella me decía cuando yo estaba chiquita y me cargaba en brazos).
auch!! que triste!!!!!, espero te reanimes pronto, dejo saludoss!!
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