Te levantas en la mañana porque tu mamá te levanta, ella sabe que a estas horas de la mañana – aunque pasan de las diez- eres el único con el que puede contar para que le hagas los mandados porque tus demás hermanos no se despertarán ni de broma. Bien podrías quedarte ahí acostado refunfuñando como ellos cuando no quieren levantarse, pero te levantas porque sabes que debes hacerlo y no haces mucho caso de lo que ellos hagan, tú debes levantarte. Ayudas a tu madre en cosas mínimas, traes el mandado de la tienda, llevas lonche a tu hermana mayor que anda en el trabajo, le traes las tortillas, etc. etc., pero al final ella termina haciendo todo, nunca te acostumbraste a hacer quehacer, ni hacer de comer, ni incluso a tender tu cama. Se podría decir que eres un holgazán, pero para ti todo es justificable porque llevas buenas calificaciones en la escuela o porque debes hacer tareas.
Luego de que ella hace el almuerzo y almuerzas con ella (porque tus hermanos nunca se levantaron) te pide hacer mandados y la acompañas. Regresan a la casa y ella empieza a lavar ropa mientras tú te pones en la computadora. Así se pasa un buen rato, incluso ella ya se ha puesto a hacer la comida. Tú la miras de reojo cómo pica verduras, cómo muele hierbitas y cómo a la vez, continúa lavando la ropa de la familia. Dentro de ti existe un poco de remordimiento porque tu madre siempre hace el trabajo de la casa y tú ni ninguno de tus hermanos nunca le ayudan, sin embargo, aún con el remordimiento y aún viéndola de reojo cómo trabaja y trabaja, no eres para quitarte de la computadora y empezar ayudarle.
Luego de un rato decides que debes ayudarle, así que te paras de donde estás sentado y vas hacia donde se encuentra ella lavando. Le ofreces tus servicios, preguntándole en qué le puedes ayudar. Ella te contesta seriamente
en nada. Tú le ofreces alternativas
¿le pico papas, le barro el patio, le exprimo la ropa, le cuelgo estas sábanas? y ella te dice que no. Vuelves a insistir
¿en serio no quiere que le ayude en nada? Y ella ahora responde
en lo que quieras. Y tú con espíritu de ayuda le dices
pues dígame qué y lo hago. Enojada ella dice
hay mucho por hacer, ¿qué no ves? Y tú dices
sí, pero dígame qué quiere que haga. Ahora ella, enojadísima, casi a punto de estallar te dice
sí, ustedes nunca tienen iniciativa, quieren que yo les diga qué hacer. ¿Acaso no pueden ver que hay muchas cosas por hacer, no ven que la casa está como un chiquero? No tienen ni tantita vergüenza con uno. Ahora tú, con un poco de enojo por la actitud que tomó ante tu espíritu de ayuda le vuelves a repetir
¿entonces no quiere que le ayude en nada? Y ella por último te dice
haz lo que quieras. Y tú, con tu sentir, te das la media vuelta y te vas.
Más al rato ella se pone a lavar los platos y llega tu hermano con ella pidiéndole de comer. Tú puedes escuchar cómo le dice a tu hermano que no le dará de comer a nadie hasta terminar de lavar los platos, porque luego se le juntarán los del almuerzo con los de la comida y serían muchos qué lavar. Tu hermano que te ve sentado en la computadora te reclama el por qué no le ayudaste a lavar los platos, y tú, pensando cuando ella ‘rechazó’ tu ayuda, te limitas a decir
yo le dije que si le ayudaba en algo y ella no quiso. Tu mamá nuevamente empieza a echarte el sermón de que la iniciativa propia y bla, bla, y esta vez te lo echa enfrente de tu hermano, pareciese que quiere hacerte quedar en mal cuando fue ella quien ‘rechazó’ tu ayuda. Tu mejor no dices nada, pero te quedas pensando en lo injusto que se tornó la situación y en la manera en que ella lo cuenta. A ver, ¿por qué no le dice a tu hermano que te levantaste antes que todos para hacerle los mandados?, ¿por qué no le dice que la llevaste a sus asuntos y que cuando te pidió que le dejaras lonche a tu hermana fuiste así como andabas todo greñudo con tal de no hacerla enojar?, ¿por qué no le reclama mejor a él porque no se levantó cuando le hablaba? ¡No! Tal parecía que este era el día en contra tuya. Pero bien, está bien, no dijiste nada.
Al rato tu madre te habla con tono imperante, casi enojada, para que vayas a comer, y aunque sí se te antoja lo que hay para comer, le das un
no porque te duele la panza (realmente te duele). Además, ¿a quién le va a gustar que le llamen a comer con ese tono? Hasta parece hecho de adrede, a todos les habla muy lindo y muy tierno para que se reúnan en la mesa, incluso a tu primo que estaba por ahí a la hora de la comida, a ti, el látigo de sus desprecios, finges que no sucede nada, pero no te gustó cómo te habló exclusivamente a ti. Mejor verlo por el lado bueno, se te quitará tu dolor de panza.
Te vas a tu cuarto y te acuestas en la cama. Te quedas dormido y cuando despiertas tu papá preocupado te dice que bajes a comer, aunque sea cereal. Mientras te despiertas piensas en que quizá tu madre ya le contó toda la historia a su manera. Pero no, tu padre no te menciona nada de nada. Bajas y comes cereal tu solo, sentado en la mesa.