jueves, 12 de enero de 2006

Largo sueño

En medio del desierto, donde no existe una gota de agua para que los animales beban y los rayos del sol son tan insoportables como una niña nice, me encontraba yo. Para la suerte mía estaba dentro de una tienda, la cual yo atendía, así que el sol y el calor no llegaban directamente a mí.
En esa tienda yo vendía un montón de cosas, pero principalmente ropa y calzado. No sé si era la esperanza o la fe la que me movía a estar ahí, quietecita, esperando que llegara un cliente y comprara al menos 15 pares de zapatos y medio guardarropa para rescatar la venta del día, lo único lo que sé es que esperaba.

Yo estaba sentada en una silla, en frente de mí estaba la entrada, al lado derecho había ropa, al lado izquierdo había zapatos y una puerta negra la cual nunca había visto. Me quedé sorprendida, porque en todo el tiempo que había trabajado allí no había visto esa puerta.

¡La puerta, la puerta! Me llamaba la atención el saber qué había detrás de la puerta. Pensé que no habría problema si descuidaba un rato mi deber y me asomaba detrás de ella, así que me levanté de la silla, caminé hacia la puerta y la abrí. No había nada bueno, para donde mirara, era desierto, di unos tres pasos y como por arte de magia aparecieron frente a mi varias colinas. Subí por una de ellas y arriba me encontré a mis primos resbalándose por los surcos que había en aquella colina con ayuda de la tierra suelta que la cubría.

Cuando ellos notaron mi presencia se fueron yendo uno por uno, pero antes de quedarme sola le pregunté a la única prima que quedaba conmigo el por qué se iban y me dejaban sola, ella no contestó mi pregunta y solo me dijo “por favor, corta para mi la flor amarilla que está en ese garambullo, yo lo haría pero hay muchas abejas alrededor de ella” yo me quedé sorprendida de lo que decía, porque no había ningún garambullo ni abejas en la colina donde estábamos, entonces le pregunté que a cual garambullo se refería ella, y ella me dijo “en el que está detrás de ti”, volví mi cuerpo hacia atrás y un puñado de abejas paso alrededor de mi cabeza, todas ellas parecían un conjunto de aviones de guerra, artilleros tenaces y desafiantes. Yo tapaba mi cara y nuca con mis manos y brazos tanto como podía. Cuando acabó el desfile de abejas levanté la cabeza y delante de mí estaba un enorme garambullo con una pequeña flor amarilla; sorprendida, dije en voz alta “¡pero si hace un momento no estaba esta enorme planta!”, corté la flor y me devolví hacia donde mi prima para dársela, pero, oh sorpresa, ella ya no estaba. La vi alejándose junto con mis primos.

Corriendo fui a alcanzarla para darle la pequeña flor amarilla. Iban caminando ya al lado izquierdo de una carretera cuando les di alcance. Vi como ellos, jugando, se paraban en medio de la carretera a desafiar a los carros, los esquivaban cuando veían que estaban ya muy cerca. Yo les dije que no hicieran eso, que era peligroso, pero tal parecía que les hablaba un fantasma o que yo no tenía voz, porque ninguno de ellos me hacía caso. En eso vi como mis tres hermanos eran los siguientes en burlar a los autos; muy asustada (pues no había visto que ellos estaban ahí y por ver la manera en que se arriesgaban) vi una camioneta negra a lo lejos que venía a exceso de velocidad; les grité a mis hermanos que caminaran por un lado de la carretera porque la camioneta venía muy rápido, pero no me ponían atención. Gritaba con mucha desesperación, y al ver que la camioneta negra estaba a punto de atropellarlos, los empujé con mi cuerpo hacia el otro carril. Estábamos tirados en el piso, me levanté a ver si mis hermanos estaban bien, pero vi solo a dos al lado mío. El tercero había sido atropellado por la camioneta, había quedado pegado en el pavimento como en las caricaturas cuando pasa un tractor encima del coyote y lo deja como estampilla. No lo pude ayudar. Llorando vi como mis hermanos a los que alcancé salvar, se alejaban junto con mis primos, los cuales no se habían percatado de lo que había pasado.

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