Domingos de mierda

Si ya antes había aprendido a odiar los domingos, ahora los odio más. Antes, los domingos eran días sin nada que hacer, nada que ver y nada que disfrutar. Ahora, los domingos se han vuelto un pinche pedo oloroso, pues como vengo a pasarme el fin de semana a mi ciudad natal, cada domingo tengo que regresarme y para mí eso es algo feo. Pero a eso debo agregarle que los pinches parientitos que tengo por hermanos, quienes también me acompañan en los viajes de ida y de venida, son unos pinches tardados para alistar sus cosas cada domingo y venimos saliendo como a las 11 de la noche para llegar a la gran capital por aquello de la 1 de la madrugada. Yo no tendría nada en contra de eso si no tuviera que entrar a clases a las 7 am, y mucho menos renegaría de nada si no me encargaran un putero de tareas y la madre. Pero como si tengo que levantarme a las 7 y sí me encargan un putero de tarea, claro que sí tengo varias cosas en contra porque llego a la capital toda desvelada del viaje y luego cuando no tuve chance o no tuve ganas de hacer la tarea, todavía de paso tengo que llegar haciéndola. Son unos malditos desconsiderados. Ya estoy un poquito harta con la vena saltada. Ahorita son las 11 de la noche del día domingo y aún estoy en mi ciudad natal, tengo que viajar aproximadamente 2 horas y llegar a hacer unas cosas pendientes. Mañana en la escuela seré, como todos los lunes, la zombie que se duerme en el salón.