Pensamientos

Para no olvidar que estoy viva salí un rato a la calle -cuando permanezco en mi casa sin hacer nada se me vienen a la cabeza muchos pensamientos estúpidos como el trivial dilema del por qué de mi vida-. Iba observando las nimiedades del exterior: los colores y texturas de las paredes de las casas, las florecillas que crecen en la tierra que se junta en la orilla de las calles de concreto, los perros flacos, los árboles moviéndose... e iba al mismo tiempo escuchándo el sonido del viento, junto con el rechinar constante de los anuncios de las tiendas del barrio, que penden de tubos meciéndose una y otra vez sin cesar. Sí, estaba afuera y eso me daba posibilidades de despejar la mente. Podría pensar entonces sobre qué tipo de nubes surcaban el cielo o cuál era la dirección del viento; o mejor, me quedaría en ceros sin pensar nada y solo observando. "Si, eso haré, no pensaré en nada, mi mente estará en blanco total. No pensaré en absolutamente nada desde.... ¡AHORA!".

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"... ¡Si! ¡Lo logré! ¡Mi mente está en blanco! Al fin estoy a salvo de mi misma... Un momento, pero si puedo escucharme decirme que lo he logrado, entonces quiere decir que mi mente no está del todo en blanco. ¡Aún sigo pensando!...". Entonces entendí que no podría dejar de pensar, por más que me esforzase. Para mi mala fortuna, me di cuenta de que ni huyendo de mi claustro saliendo a la calle, ni huyendo de mi mente tratando de no pensar, no podría escapar de mis pensamientos. Supe que las voces interiores siempre estarían ahí, acompañándome y hablándome por siempre jamás; y me dije a mi misma que iba a tener que cambiar de pensamientos o tendría que aprender a vivir con ellos.