¡Nefasto! ¡Nefasto!

¡Maldita sea esta última semana de mi vida!

Nunca me había ido tan mal como me fue en la semana que acaba de pasar. Empezando con que se me juntan un montón de trabajos, se me olvidan algunas tareas y a la hora de la hora hago todo mal, me empieza una tremenda weba -con la cual empeora la situación de los trabajos que tenía que realizar-, llega una de esas depresiones que te apendeja y que te impide que pienses en lo que te explican los maestros en sus clases, se les ocurre a los profes ponerme un montón de temas para exponer (todos consecutivamente) para los cuales la weba no me deja estudiarlos y se me junta el sueño.

Y allá va aquella zombie caminando con las ojeras hasta los cachetes y la cara más arrugada que un bull dog, un codo o un acordeón; con la mochila de la escuela cargada cual penitencia por haber cometido un delito grave, con la cola entre las patas y con las orejas abajo como un perro abandonado.

Hoy, hasta me da incertidumbre me da tan solo en pensar que cabe la posibilidad de que ésta semana que comienza sea igual... y... el miedo me come al saber que puede ser peor todavía.