Odio decepcionarme de las personas. Odio tener que darme
cuenta de lo que en realidad son o son capaces de hacer. Odio tener una idea de
alguien y al día siguiente saber que no eran lo que pensaba. Quizá es mi culpa
porque soy la única responsable de construir esas ideas sin dejar espacio a la
duda, de creer ciegamente y de confiar que las personas serán sinceras, fieles
y honestas. Tal vez muchas personas llegaron a sentir eso por mí tras haberlos
decepcionado y probablemente dejé de formar parte de la confianza de alguien
así como muchos han caído de mi gloria. Pero así es esto, somos libres y
podemos elegir cuándo una persona ha dejado de ser importante en nuestras vidas
y prescindir de ellos con cualquier acto que provoque decepción. Ustedes y yo somos libres.
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