No quiero eso. Y lo pido desde ahorita porque me conozco, me conozco, soy tan capaz de sentir eso, y sentirme traumada por la edad, las arrugas, el mucho o poco legado o rastro por la vida que haya dejado y los muchos o pocos amigos a los que me haya ganado y saber que no podré regresar el tiempo para hacer las cosas como quizá debí haberlas hecho.
Soy tan capaz de sentirme inútil e inservible, soy tan capaz de sentirme defraudada o decepcionada que quizá llegue a mi cabeza la idea del suicidio. No lo sé, pueden pasar muchas cosas.
Una de las posibles soluciones corre por mi cuenta. Hacer y deshacer a mi gusto y antojo sin haberme quedado con las ganas de algo. Empezar un legado, tener más amigos, hacer cosas que me satisfagan; eso queda de mi parte. Pero pido a Dios la madurez y sabiduría necesarias para aceptarme como seré dentro de algunos años y de poder valorar mi vejez.
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