Estos últimos días me he estado frecuentando con chicas de mi pasado, chicas que estuvieron conmigo en la secundaria y otras en la primaria con las cuales dejé de tener tratos porque estudié en una escuela distinta a la de ellas. Ellas me invitaron a salir a pasear y me contaban muchas de sus anécdotas que vivieron juntas. Eran muchas cosas las que contaban y con cada una de ellas sonaba un montón de risas que delataban la camaradería que habían formado en esos años, años en los cuales yo me la pasé estudiando en la prepa.
Contaban y contaban relatos y vivencias. Risas y más risas se mezclaban con sus historias, yo solamente trataba de reírme y de entenderlas todas, ya que eran ajenas a mí. Y ahí estaba Garambullita, tratando de reírse de cosas que muchas veces ni siquiera entendía porque no había formado parte de ellas, así que ya se imaginarán la manera en que le salía la risa.
Me decían una y otra vez “Nombre Garambis, si te hubieras metido a nuestra escuela en vez de la prepa, te la hubieras pasado bien padre”. Lo cierto era que mi madre santa no me dejó ir a esa escuela por la fama que tenía en ese tiempo: como estaba alejada de la ciudad y tenía muchas hectáreas de tierra para ganado, la siembra, etcétera, algunos decían que los chavos aprovechaban eso para irse de pinta, o en su defecto, tener sexo entre pacas de heno y alfalfa, vacas, cerdos, pastizales, corrales, sembradíos… Sea como haya sido, ya no podía regresar el tiempo y entrar con ellas a su escuela. Aunque a veces, mientras me esforzaba en dar mi mejor risa, pensaba en que tal vez hubiera sido mejor haber entrado allí, a la escuela que ellas mismas calificaban como un completo juego.
Pero no todo fue tan malo. La verdad yo las aprecio, creo que mucho más de lo que ellas lo hacen conmigo, así que me daba gusto volver a estar con ellas, conviviendo, aparte, había cosas que sucedían en ese momento de las cuales yo sí era partícipe y sí me sacaban una risa hasta de echarse pedos. Eso sí, a cada rato se ponían de hablar de sus grandes hazañas que vivieron juntas y no me quedaba de otra más que seguirles la corriente.
Ahora pienso, las examino. Están tan cambiadas. La más tímida que conocí ahora era la más loca, la más desorientada ahora era la más centrada. Hablaban y hablaban y hasta me era casi imposible seguirles la plática. Eran unas chicas con vivencias que las cambiaron, que las hicieron madurar y hasta pensar diferente. Eran unas chicas alegres, divertidas, seguras… Ahora pienso, me examino. Soy la misma estúpida de siempre, soy el mismo retrato de la infancia, la misma niña tímida que saca buenas notas, la tonta que no sabe relacionarse y tiene dificultad de comunicarse. Soy la aburrida que no sale de su rutina… Nuevamente vuelvo a pensar en que si hubiera estado en esa escuela tal vez las cosas fueran diferentes. Tal vez la escuela en la que estuve no me dio las cosas adecuadas para madurar. Tal vez la escuela en la que estuve me dio algo de conocimientos científicos (muy pocos) pero olvidó darme los conocimientos de la vida, aquellos que te hacen ser una persona más pensante, razonadora, calculadora, comunicativa, tomadora de decisiones, más fuerte, con más historia.
Ahora bien. Si estoy en desigualdad con mis coetáneos, cómo haré para emparejarme, cómo haré para superar esta desventaja de la que he sido objeto. Tal vez debiera luchar por vivir más, preocuparme menos y enfrentarme a distintos retos. Llevar a cabo planes y saborear algunos triunfos y derrotas. No sé, no sé por donde deba empezar. Me queda tanto por aprender. Soy tan complicada...