Estaba triste. Me encontraba en mi habitación. Encerrada bajo llave. Acostada. Dándome de topes por mis estúpidas acciones: que si de ahora en adelante debería ser más sociable, que si debería ayudar más a mi madre en sus labores, que si debería ser más estudiosa, que si debería cultivarme en el deporte, que si debería ser más participativa en todo, que si debería despertarme a las siete de la mañana con una actitud más enérgica… Eran muchas las cosas las que en ese momento me hacían sentir mal. De pronto él estaba allí, soplando; burlándose de mi desesperante situación. Quería hacerme la desinteresada, más era imposible tratar de no oír lo más estruendoso: su melancolía; era el viento que venía otra vez a hacer de las suyas.
Soplaba cada vez más conforme caía la tarde. Maldito viento. Nunca, desde que tengo memoria, me había gustado oír su sonido golpeando los árboles o meterse por algún orificio, etcétera, pues éste, cuando encuentra los lugares perfectos, empieza producir un silbido tan triste, tan melancólico, que siempre me hacía sentir más mal de lo que una persona sensible puede sentirse. Yo, me tapaba la cabeza con las almohadas pero era inútil; era como querer desaparecer la luz del sol que te despierta por las mañanas y no te deja dormir, pero eso, no es ni la décima parte de lo que me molesta el silbido del viento.
Ya sabía más o menos como funcionaba esto:
Por aquello de las cinco de la tarde empezaba a soplar y soplar el viento en el Cerro del Aire (¿que risible no? Vivo en el barrio Cerro del Aire ¬¬) y se aplacaba por aquello de las diez de la noche; así que debía esperar que se callara, ya que estaba en casa, no eran días de escuela –sepan que voy a la escuela en la tarde- y no soy de las personas que salen a divertirse cuando no tienen clases. Pero esta vez, era más de lo que podía esperar de él.
El pedo no era con el viento; el viento me gusta mucho, y más cuando te golpea en la cara después de que acabas de hacer algo exhausto; además, de acuerdo con los horóscopos, mi elemento es el aire; así que quiero que quede claro: el pedo era más que nada con el sonido que éste produce. Maldito sonido.
Tapé con cinta adhesiva extra gruesa todas las rendijas de las ventanas de mi cuarto, pero aún podía oírse afuera el escándalo que el viento producía. Puse música al máximo volumen y sólo con eso pude estar tranquila, las preocupaciones dejaron de presentarse y la melancolía cesó. Todo gracias a unos cuantos metros de cinta adhesiva extra gruesa y a las melodías de la Hermana Glenda.
Garambulla: 1
Sonido del viento: 0
¿Y los días siguientes?
Soplaba cada vez más conforme caía la tarde. Maldito viento. Nunca, desde que tengo memoria, me había gustado oír su sonido golpeando los árboles o meterse por algún orificio, etcétera, pues éste, cuando encuentra los lugares perfectos, empieza producir un silbido tan triste, tan melancólico, que siempre me hacía sentir más mal de lo que una persona sensible puede sentirse. Yo, me tapaba la cabeza con las almohadas pero era inútil; era como querer desaparecer la luz del sol que te despierta por las mañanas y no te deja dormir, pero eso, no es ni la décima parte de lo que me molesta el silbido del viento.
Ya sabía más o menos como funcionaba esto:
Por aquello de las cinco de la tarde empezaba a soplar y soplar el viento en el Cerro del Aire (¿que risible no? Vivo en el barrio Cerro del Aire ¬¬) y se aplacaba por aquello de las diez de la noche; así que debía esperar que se callara, ya que estaba en casa, no eran días de escuela –sepan que voy a la escuela en la tarde- y no soy de las personas que salen a divertirse cuando no tienen clases. Pero esta vez, era más de lo que podía esperar de él.
El pedo no era con el viento; el viento me gusta mucho, y más cuando te golpea en la cara después de que acabas de hacer algo exhausto; además, de acuerdo con los horóscopos, mi elemento es el aire; así que quiero que quede claro: el pedo era más que nada con el sonido que éste produce. Maldito sonido.
Tapé con cinta adhesiva extra gruesa todas las rendijas de las ventanas de mi cuarto, pero aún podía oírse afuera el escándalo que el viento producía. Puse música al máximo volumen y sólo con eso pude estar tranquila, las preocupaciones dejaron de presentarse y la melancolía cesó. Todo gracias a unos cuantos metros de cinta adhesiva extra gruesa y a las melodías de la Hermana Glenda.
Garambulla: 1
Sonido del viento: 0
¿Y los días siguientes?
"El viento puede ser un monstruo que come carne humana, como Polifemo, pero tener el corazón tierno para enamorarse de la bella Galatea." Rafael Alberti.
ResponderBorrar