jueves, 3 de enero de 2019

Buenos deseos y nada más.

Tu eras mi salvación, tú eras el remedio de la herida. La cura de mi necesidad de amar, la cura de mi locura interna. Eras superlativo y eras todos los verbos existentes conjugados en futuro. Eras la sencilla razón de continuar creyendo, sin mucho qué pedir. Eras el tiempo detenido en un instante de desorbitante sentimiento. Eras el tiempo acelerado en una eterna desesperación por nunca llegar al punto culminante de la noche. Eras ese beso, esa caricia y ese abrazo que tanto deseé y que no te pude dar. Eras mi mañana en mitad de la noche. Eras el corazón eufórico de sentimientos en colisión dentro de mí. Eras la semilla de vida en la tierra infértil de donde manaba un árbol de esperanzas. Eras el cimiento que quise construir para edificar historias y grandes momentos. Eras el calor de una noche tiritando de frío. El resplandor de una oscuridad cegadora sin principio ni final. El sueño del que nunca quise despertar. La motivación de una tarde de letargo y soledad. La chispa y la luz que se encendía dentro de las palabras y dentro de las pequeñas cosas. Pero tú, no quisiste ser nada de eso.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario