Ser maestro tiene muchas satisfacciones si haces un buen
trabajo. Ver cómo los niños evolucionan día con día, paso a paso, y con esfuerzos
notar que empiezan a sumar, multiplicar, dividir… ver cómo logran leer y
reflexionar, o simplemente, ver cómo empiezan a desenvolverse más con sus
compañeros y en las actividades de clase, son satisfacciones que uno mismo
observa y de las cuales sacamos aliento y gratificación para continuar. Pero de
ahí a que los mismos niños o padres de familia te expresen palabras de aceptación en relación al trabajo que has realizado, es la mayor satisfacción.
Eso es lo que me dijeron hoy, palabras como “maestra, yo
quiero que nos vuelva a dar en quinto”, “maestra, la queremos a usted, no
queremos a nadie más”, “trabajé muy a gusto con usted”, “usted bien sabe que mi
niña no sabía leer y con usted pudo aprender”, “sentí que con usted mi niño
despegó”, “mi niña sí mejoró bastante”, entre otras. No quiero decir que todo
haya sido perfecto, estoy consciente que hubo algunos niños que no se acoplaban
fácilmente a mi manera de trabajar, que algunos necesitaban mucha más ayuda,
que debo hacer otros ajustes en mi trabajo para que los niños tengan un
acercamiento más adecuado los aprendizajes. Sin embargo estoy
sumamente contenta con lo que pudo realizarse, con los logros alcanzados y las
madres de familia que notaron mi esfuerzo, porque se siente bonito que te lo
reconozcan, así como hoy me lo han reconocido.
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