He tenido buenos ratos junto a Rubí, pero nunca acabo de entenderla. Nunca acabaré de saber quién es, qué es lo que quiere, qué le gusta y qué no le parece.
He tenido buenos ratos con ella, sí. Pero analizándola fuera de ellos, no puedo saber cuándo está enojada y cuando está alegre, cuando está triste y cuándo satisfecha. Su cara es como una máscara, una máscara robótica que nunca cambia. Siempre anda con la misma pinche jeta de siempre, la cara de fuchi de siempre, esa cara que me pone mal, que he tratado de entender y aceptar.
No quiero que me sonría, no quiero agradarle siquiera, no quiero ser su amiga, es más, ni siquiera me importa, y si por mí fuera, no me interesaría en entenderla, pero la realidad es que convivimos juntas diario y verla así desde que amanece hasta que anochece me amarga el día. Ver su cara inmutable me sofoca.
Debería pintarle por la noche una cara feliz con marcador de tinta permanente. O ella debería cargar siempre unos carteles con emoticonos.
He tratado en verdad, pero creo que no voy a entenderla nunca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario