No pasó mucho tiempo y conocí a un chico; era al principio un desconocido pero poco a poco lo consideré un buen amigo y luego un cariño bonito fui desarrollando hacia él; yo sentía que él también hacia mí. Este amigo, era de esa ciudad y después de un tiempo de tratarnos quedamos en vernos por primera vez: iría a visitarlo e iríamos al cine a ver la película del Joker, iríamos a pasear a uno de los lugares populares y turísticos de su ciudad, subiríamos a las lanchas o qué sé yo, luego iría a acompañarlo a que comprase ropa y yo le diría cuáles pantalones se le veían mejor. Ya entrada la noche rentaríamos un lugar porque en su casa no podía quedarme e iríamos a descansar o tal vez no. Tal vez no descansaríamos. O tal vez descansaríamos después de habernos fatigado el uno al otro. O tal vez siemplemente descansaríamos y ya, abrazados y ya. Lo que sucediera. Esos eran los planes.
Pero nunca sucedió, por algo los planes se frustraron y no pudimos realizarlos, así que se pospusieron. Y continué con mis visitas a esa ciudad, expresamente a mis citas con el médico. “Sucederá luego”, pensaba. “Traquila, no te precipites, pronto saldrás con él y harán todo eso que ambos planearon”. Y así llegó otra nueva oportunidad, en que mi hermana fue a visitar a su novio (que vive en esa misma ciudad) y me preguntó si quería acompañarla. Obviamente me entuciasmé, pensé que podría verlo, pensé que podría pasear con él, pues mi hermana estaría con su novio y yo, para no hacer mal tercio, saldría con mi amigo. Así que fui, toda emocionada, llevé muchas cosas, le llevé unos regalos que le había comprado, llevé ropa para quedarme dos días y puse ropa extra por si las cosas salían bien y me pedía que me quedara más días. ¡Qué emoción! ¡Al fin lo vería! ¡Al fin haríamos todo lo que habíamos dicho! Tal vez ya no veríamos la película del Joker porque ya no estaba en cartelera y al parecer él ya la había ido a ver con sus primos, pero podía ser cualquier otra película, no importaba, con tal de estar con él, la película era lo de menos. Así que le dije que iría y no recibí de respuesta el mismo entuciasmo. Me sentí rara, ¿ya no me quería ver? Solo dijo “Qué bien. Qué chido. ¿Qué harás acá?” Pero nunca se vio asomo de incluirse en mis planes en mi visita a su ciudad. Yo le había dicho a mi hermana que sí la acompañaría y que probablemente vería a un amigo, pero este amigo, al parecer ya no quería verme, o sí? Como fuera, ya había quedado en acompañar a mi hermana y eso haría; probablemente andando allá mi amigo me propondría salir juntos. Estuve tres días de visita con el novio de mi hermana. Le mandé mensaje y le llamé a mi amigo y nunca contestó. Ese fin de semana, que se supone sería mi tregua de hostilidad con esa ciudad por ir simplemente de visita, que tendría la mágica compañía de él, que al fin podría abrazarlo, besarlo y conocerlo mejor, terminó siendo un fin de semana de “traga tu dolor, calla tu tristeza y sonríe”.
Fui con mi hermana y su novio a todos lados, visitamos varios lugares e hicimos varias cosas divertidas, pero en mis adentros todo estaba confuso, en interrogantes, porque pensé que él estaría deseoso de verme, que estaría contento de acompañarme a donde fuese, o a ningún lugar si el no quería, pensé que esta iba a ser nuestra oportunidad, sin embargo no fue así.
Con la misma desilusión de las anteriores veces me alejé de esa ciudad. Con la misma tristeza de las anteriores veces abordé el autobús. Pero esta vez no estaba triste por los médicos, ni por los hospitales, no estaba desilusionada por los papeleos ni por las medicinas, esta vez era diferente, esta vez era más profundo. Con las mismas lágrimas internas, juré que regresaría pronto a pasarla bien, a pasear de lo lindo con esa persona especial.
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